Hay dos manos pegadas a mis brazos
Diez uñas mordidas por mis dientes separados
y un cariñoso dolor que reside en mi espalda
desde principios del nuevo siglo.
Hay varias cortinas plegadas atrás mío,
que me han prometido despertarse mañana
y hacer que la alarma gane el duelo
a la adictiva perfección paradisíaca
que me acoge dentro de la cama.
Hay poesía en la pureza de tu reír
y comunicación pacífica entre nuestros sentidos
que me cura el vaivén solidificado de mi <cabesa>.
Hay mucho que hacer
más del triple que alentar
y muchas horas gastadas en soñar juntos
que nunca pierdo.
Hay otoño apurándose por tocar a la campana
y una campana que no querría demorarse en demasía
ni por asomo, le pillara el invierno.
Hay barandillas con dudas en vez de barrotes
y lámparas completamente abandonadas
en el almacén de la tienda que sea.
Hay vacaciones en alguna de las páginas de mi agenda
y un lugar que aguarda nuestro aprendizaje
a kilómetros del hogar que más estimo;
percibo además, cierto olor exótico y feliz.
Hay felicidad en cada coincidencia numérica
y muchísimas más estrellas que en la ciudad.
Tierra, piedra y agua...
Hay cuantísimo de verde,
que me aviva a cada paso
y es la esencia más perfecta al respirar.
En este rato.
Hay todo el tiempo que necesito para sabernos.