Tuve que cruzar el río
No me dejaste muchas más opciones
Me mojé hasta el ombligo con esa gélida corriente imparable
Que parecía pretender limpiar tu huella de mi piel
Se me petrificó el cuerpo y volví a convertirme en roca
En ese instante el agua me rodeó generando una cascada tan feroz que hasta a la roca le dolía
Rasqué las lascas que se desprendían de aquella coraza y pulí durante un tiempo un escudo más confortable
Una vez adaptado este a mi segundo cuerpo continúe hasta la otra orilla
Pensé que la odisea terminaría pronto, al atisbar un camino ascendente y empedrado que conducía a lo alto de la montaña
Subirlo, alcanzar la cima, sería lo que me quedaría para borrar las ganas de besar tu iris con mi pupila
Pero he llegado arriba, y no hay botón de formateo, hace frío, y mi ropa aún no se ha secado.
Delante de mí se abre inmenso y descomunal un océano. Desprenderse de la humedad va a ser un poco más difícil de lo que esperaba.
Es hermoso, pero el miedo me susurra que quizás no pueda cruzarlo. Lo callo, es el miedo.
Tengo que hacerlo. Voy a cruzarlo. No me he dado muchas más opciones.
Está lleno de colores cambiantes, de verde paradisiaco, de gris azulado, de galaxia lejana, de marrón preotoñal... Y cargado de mareas bravas que lo inundan todo crónicamente
Atónita ante él, aunque sabiéndome capaz pienso:
"Como si tuviera que cruzar tus ojos sin barco, sin poder nadar y llegar al otro lado, donde ya no importa si no estás...
Así me encuentro."