De
la misma manera que empiezo tantas a veces a dibujar, sin haber esbozado en mi
mente, ni si quiera un ápice de la imagen que pretendía mostrar, de esa precisa
y particular forma, voy a comenzar esto.
Puesto
que no tengo ni la menor idea de lo que es, cuando he llegado a la parte
"voy a comenzar..." solo he podido afirmar con rotundidad que iba a
hacer algo, y que ese algo lo iba a plasmar aquí. Así que la palabra
"esto" era la idónea para la crucial tarea de completar una frase
como esa.
Aunque
parezca que ya no puedo encaminar las letras, que me salen de las uñas, hacia la
poesía, el cuento, el ensayo o la novela negra... no es cierto. Vamos a
permitirnos un lapso para reflexionar. Todas, absolutamente todas las cosas,
estilos, propósitos, actos, palabras, gestos, o... qué se yo, todo lo que se te
ocurra, pueden desembocar en lo que te propongas. Tu realidad puede
convertirse, sea cual sea, en tu sueño.
Cojonudo,
ya tenemos epifanía moral para hoy. Bueno, para los próximos cinco minutos,
bien sabido es que hoy en día los pensamientos productivos nos duran más o
menos lo que nos cuesta volver a entrar en Internet, fumar algo, o contestar a
un mensaje.
Pero
aún no han pasado cinco minutos, bueno, por lo menos para ti, yo tomo una pizca
más de tiempo en construir y enlucir las frases, que tu en contemplar la
chabola. Es curioso, porque iba a escribir palacio -y aquí se entrevé un poco
del trabajo que realizan mis neuronas- pero en mi cabeza he formado una imagen,
era fría, falta de vida. La imagen era de un palacio abandonado por reyes,
nobles o archiduques olvidados que no llegaron hasta nuestra época. Se ha
formado una fotografía mental de paredes añorando seres que ya no existen; luego a se ha
borrado, y la palabra chabola (primero la palabra, y luego su representación)
han aparecido en el teclado, y se han escrito.
Antes
de poder reflexionar sobre lo que me ha hecho decantarme por esa opción, me he
permitido incidir en lo que me ha hecho descartar la primera. Y como tengo la
libertad de no haber decidido de antemano lo que quería escribir me he
permitido la grandeza de hacer lo que me diera la gana con "esto",
con mi chabola de hoy, con mi choza de cinco minutos.
Supongo
que, y siguiendo con el hilo de todo "esto", el porqué de haber
empezado a escribir, ha sido suscitado por el ferviente acojonamiento que nos
inunda cuando queremos perseguir un sueño.
Hay
quien lo tiene "relativamente fácil", toma eufemismo, lo tienen igual
de difícil o más que cualquier otro. A lo que quería referirme es a que hay
quien tiene un paso adelantado en el camino. Personas que desde hace tiempo
tienen una meta establecida, clara y señalizada en su mente, y no veinticuatro,
una por año, como me pasa a mi - y a otros muchos-.
Hay
quien sabe que quiere dedicarse a la pintura, a la música, a la escultura, a la
docencia, hay quien sueña con tener un bar, con montar un dojo o con formar una
familia. Hay quien es escritor y lee y escribe hasta poder decir que lo es en
mayúsculas, o por lo menos hasta poder ser digno de denominarse como tal. Hay
quien es escalador y se forma día y noche, en cuerpo y mente para lograr sus
propios encadenes. Hay quien quiere tener un negocio millonario y pasa por
encima de quien sea necesario, agarra su agresividad y lo consigue. O fracasa.
Igual que todos los anteriores, tienen un sueño que probablemente consigan, o
no, o lo hagan por un tiempo determinado... pero ese es su sueño.
Luego
los "habemos", que en un mismo día escribimos, leemos, pintamos, dibujamos,
esculpimos, bebemos, cocinamos, nos cambiamos de bragas, vamos a trabajar y
cortamos ajo, pensando mientras en cual será el camino hacia el que debemos
enfocar nuestros esfuerzos. En ocasiones se encienden lucecitas en el entramado
del multitudinal cruce de profesiones o "formas de vida", que te
hacen querer seguir unas más que otras...
Pero
me remito a lo de "mi choza de cinco minutos". Nos duran poco las
luces encendidas, o permanecen así, pero no son las únicas. Y hay otras, tantas
tantísimas... que la concentración, la constancia, la práctica diaria, la
rutina...se hace inviable.
El
claro ejemplo de esto es que, quiero ser escritora pero no he podido acabar
nunca una novela. Me van los relatos cortos, los cuentos cortos, la poesía es perfecta....pero
no la estricta, que esa me haría dedicarle más tiempo.
Soy el claro ejemplo de la sociedad de
la inmediatez, en la que escribir más de un folio es una burrada que muy pocos
conseguirán terminar de leer; en este y en el resto de los ámbitos de mi vida, lo soy. Que no haya terminado los brillos y las sombras de mi miniatura Vanja, o no haya aprendido más
canciones con la guitarra, y que las que me sabía se me están olvidando... se pueden incluir en la cesta.
Una sociedad, un mundo, en el que
queremos todo rápido y ahora, en el que tengo tantos libros empezados y sin
terminar, tantas listas de muchos aún ni comenzados, y desde mi punto de vista,
menesteres para quien quiere considerarse profesional de las palabras... Tanto de
todo y de nada.
Una
sociedad, un mundo, una vida, esta, la mía, en la que me apetece escalar en la
misma proporción en la que no me apetece, en la que pensar en oposiciones para
ser maestra es una locura tremenda después incluso de haber terminado una
carrera (una carrera entera). En la que quiero hacerlo todo, y al final no se
que hacer, y cuando no se que hacer...¿sabéis lo que hago?. Dibujo, escribo,
canto, leo... O inspiro, y me tiro en el sofá, y pienso en como me marean los
destellos de las luces que hay en el cruce de caminos. La gran intersección de vidas que hay justo enfrente de la chabola, a algo
más de cinco minutos.
-Y de mientras escribo, los minutos que aguante mi aguante-