Cierro los ojos;
la luz ha cesado a mi alrededor.
Los sonidos, el movimiento,
y otros tantos de la misma categoría,
también parecen haber terminado la jornada.
En pocos minutos
el frío desaparece,
este sí, por completo
de nuestros cuerpos.
Sin embargo algo se enciende
con luz tenue y anaranjada
dentro del subconsciente,
del cerebro,
o de cada alma.
La luz de fuera
tan apagada y ausente
se ve sustituida
por lo que es en la noche,
en los sueños,
su equivalente;
guía a lo de más allá de la razón.
Intuición
que aparece en forma de metáforas
o encriptados diagramas
en los berenjenales oníricos de nuestras siestas
y nuestras mañanas
que sin ruido se enmarañan
de miedos y deseos
de música y de vuelos
de carreras, guitarras,
pecados y pesos,
de cuchillos, de libros y de ratas
y también de calmas
y escaleras ¡y de ideas!.
Sueños, noches,
que se plagan de disfraces y personajes...
Con todos los post-recuerdos
y algún que otro pre-re-cuerdo.
Curvando la línea del tiempo,
saliéndose de ella, previniendo,
viajando por su curso... volando o con la bici.
Y nos narran como un cuento
todo lo caminado -más lo de antes-
con su 'memoria especial', genética, molecular...
nos dan algunas pistas del camino por andar,
Y en la línea de destino pone "¡Amad!".
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