miércoles, 25 de abril de 2018

Un rato de filosofía al día. Y otro de día.

Nos encogemos ante lo desconocido
alcanzando un grado irracional de inclinación;
tendemos luego a evitarlo
Ingenuos, estamos temiendo entonces la vida.
Menosviviendo.
El mañana se escapa de nuestro alcance
y esto nos incomoda demasiado.
Lo que viene va a acabar siendo irremediablemente nuevo
más pongámosle la etiqueta de verdad porque lo es. 
Para sobrellevar la carga 
de este temor a lo inevitable
nos empeñamos en prevenirlo todo.
Intentamos incluso predecir sentimientos y reacciones.
Estas cabecitas pensantes que tan poco descansan
de humanos dedicados en demasía
a ahogar la noche 
entre planes y otra clase de banalidades. 
Porque huimos de los finales rotos,
así que nos sentimos obligados a ensayar mentalmente
nuestra felicidad futura,
por si de algo nos sirviera todo lo pensado 
a la hora de actuar.
Y sirve... sobre todo lo soñado,
que se mancha menos de razones 
Y como conciencitas danzantes
que sobrevivimos prácticamente
a partir de serotonina y agua
dotamos de inacabado lo que acaba mal 
para no afrontar que solo es una nueva oportunidad
de aprender y de cambiar. 
Pero el cambio es nuevo, 
Evolucionar significa adentrarse a lo desconocido. 
Y volvemos a lo dicho;
entra miedo...
y comenzamos a quemar a brujas en la hoguera.
O tal vez nada sea cierto, y haya que perder toda esperanza en la bondad de lo que nos aguarda,
y la humanidad sean minas en los pies de un nuevo grupo de niños que viven lejos de aquí;
depende del grado de racionalidad del temor al que nos enfrentamos...claro...
Y ahí cabe que hagamos balance
entre lo mortal que puede resultar probar
ese bocado desconocido de baya.


sábado, 7 de abril de 2018

Multidimensiones. Todo es música.

A modo de inducción  
vibran a una frecuencia en la derecha;
en el oído izquierdo a otra.
Se desdobla, nos,
y sale lo que soy en realidad.
Hago de las mías.
Me recreo en disfrutar el logro
de haberlo hecho queriendo,
y juego,
que a mi lo que me gusta
es el juego.
Voy y vuelvo
veo, llamo y siento;
disfruto.
A la contra, salgo de repente cobarde,
se hace bola el sentimiento,
y se transforma en un ser completo,
aparece
con largos brazos de esqueleto
y una máscara robusta, y desproporcionada
a la cara que la porta;
si es que hay cara.
Don terror se acerca hacia mi luz
entre saltitos danzantes y bidireccionales
que le delatan ante mis ojos abiertos.
Cazo sus intenciones al vuelo...
¡viene disfrazado de miedo!
y además soy yo quien lo viste.
Al percatarme,
me hago la dueña de sus caretas
y se le caen a otro suelo que no es el mío.
Ahora la capucha negra le tapa el rostro,
si es que hay rostro.
Se le percibe indefenso ante mi seguridad
al gritarle lo que censuro,
y se hace todo nada en un instante.
No hay valor
el hilo de plata lo retira todo
y vuelvo.
No puedo resistir la intensidad,
así que me voy.
Y ya, tranquila, me duermo.



-Nuestras luces sí que se ven
y eso ya es.-