martes, 16 de noviembre de 2021

Y ante mis ojos, el océano

Tuve que cruzar el río 

No me dejaste muchas más opciones

Me mojé hasta el ombligo con esa gélida corriente imparable 

Que parecía pretender limpiar tu huella de mi piel 

Se me petrificó el cuerpo y volví a convertirme en roca 

En ese instante el agua me rodeó generando una cascada tan feroz que hasta a la roca le dolía

Rasqué las lascas que se desprendían de aquella coraza y pulí durante un tiempo un escudo más confortable 

Una vez adaptado este a mi segundo cuerpo continúe hasta la otra orilla 

Pensé que la odisea terminaría pronto, al atisbar un camino ascendente y empedrado que conducía a lo alto de la montaña

Subirlo, alcanzar la cima, sería lo que me quedaría para borrar las ganas de besar tu iris con mi pupila 

Pero he llegado arriba, y no hay botón de formateo, hace frío, y mi ropa aún no se ha secado. 

Delante de mí se abre inmenso y descomunal un océano. Desprenderse de la humedad va a ser un poco más difícil de lo que esperaba.

Es hermoso, pero el miedo me susurra que quizás no pueda cruzarlo. Lo callo, es el miedo.

Tengo que hacerlo. Voy a cruzarlo. No me he dado muchas más opciones.  

Está lleno de colores cambiantes, de verde paradisiaco, de gris azulado, de galaxia lejana, de marrón preotoñal... Y cargado de mareas bravas que lo inundan todo crónicamente 

Atónita ante él, aunque sabiéndome capaz pienso:

"Como si tuviera que cruzar tus ojos sin barco, sin poder nadar y llegar al otro lado, donde ya no importa si no estás...

Así me encuentro."