Y me llevo, yo me llevo, mis pies mandan y llegan a donde quiero. En el ashram se entremezclan energías cargadas de conciencia, y todas a una recibimos el sonido de lo mágico y nos volvemos más dioses, menos mundanos... Viajamos allá donde la nada es todo y es suficiente para crecer.
Salgo del momento de meditación más transcendental que he experimentado y de pronto ya no hay miedo, los ruidos no molestan, la prisa ya no existe... El mundo entero corre más que yo, pero, aún y todo, llego en el momento preciso al lugar adecuado y encuentro, encuentro y encuentro.
Sin aparente explicación lo que no esperaba surge del vacío. Y me acerco, y se abren las compuertas de las oportunidades. Y me convierto en oportunidad, en número sagrado, me corroboro, me sonrió por seguir mis intuiciones, me transformo en campana, en versión mejorada, en diyiridú, en mantra y deja de hacerme falta todo lo que no tengo... porque me tengo.