martes, 29 de noviembre de 2016

Chulilla.


    El chispeo de las cortinas acompaña un jazz que ambienta sus calles;
incluso algún estruendo suena tranquilo entre tanta armonía
    La frescura característica del hogar contrasta con el caldeado exterior que invita a ser feliz.
    La mezcla entre calma y huracanes se entremezcla en un pecho consternado por la gratitud del lugar; es imposible no ser feliz.
    Todos los momentos buenos y los malos se juntan en un mismo montículo de piedra, liderado por el castillo que más momentos de fantasía, imaginación y peligro me han dado en mi corta vida.
    La mejor escuela que pudiera dibujar en mi mente jamás, lleva millones de años existiendo. El cañón bañado por el Turia, director y pedagogo oficial de la misma, te conduce a la inevitable alegría que da perderse en uno mismo.
    Incontables rincones me permiten retirarme del reloj, y vestir el momento de la espontaneidad más pura que da seguir conociendo un lugar tan familiar como este.
     Suspiro al comprobar cuando huelo la leña inundando las casas de calidez, que se queda corto el vocabulario para elogiar como debiera a semejante conjunto de vida.
     Fugaces deseos en el cielo de cientos de noches de verano permitieron recobrar la sabiduría de la infancia más pura, bañándose inocencia y sinceridad en el firmamento, convirtiéndose así en los pilares del amor más profundo, el amor por la vida, el amor por la vida plena.
     Los valores férreos y la personalidad firme de creer en tus principios, son vestigios de estancarse en las ideas. Evolución, crecimiento, madurez continua sin descanso, se dibujan en la entrada serpenteante dónde aún chillan las cenizas del odio.
     Aprender de los errores, siendo el error lo mejor que te puede pasar, siendo la caída el mejor examen de la historia jamás planteado, y siendo además tan difícil de superar como confianza y autoestíma tenga uno consigo mismo, son conceptos adquiridos entre tierra, barro y lágrimas que recuerdan que la vida, solo es parte de la muerte.
    Sangre y besos. Cortes, montañas y credos. Tradiciones, rituales, alegrías y tempestades. Vallas, agua, flores, lápidas, y callas. Ilegalidad, libertad, moralidad, tempestad en mis entrañas. Infancia, sexo, lecturas, carreras y juego. Puertas abiertas, persianas subidas, cortinas echadas, y moscas inquietas. Reuniones sociales, hogueras, higueras, laderas, banderas...cremalleras. Riñas, discusiones, llantos y rotas ilusiones...cantos. Bancos como almohada, como bloque, como impás en nuestra andada. Gente a lo lejos, gente muy cerca, gente sin rostro, gente con pena; ropa de abrigo, naranjo y olivo, trepar garroferas, almendros, muros, balcones y sendas...apagones, velas.
     Un millar de puntos suspensivos que plantean en mi adentro la reafirmación de mis ideas, se suceden a estas letras. Siempre hay algo, algo nuevo, que me forma y que me alegra. Siempre muevo mis destrezas con el fin de no estar quieta, siempre vivo y cuando muera, y mi cuerpo ya perezca, que mi alma aquí se quede, que descanse en esta tierra.


Elena 
Marzo 2015


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