martes, 29 de noviembre de 2016

De los pequeños y los grandes placeres

Gracias, he de decir lo primero, a todo el que haya sido una mínima parte responsable de que hoy este escribiendo sobre esto. De que haya nacido con esta capacidad innata para sentir. De que los placeres más ínfimos sean para mi oleadas de sonrisas. Y es que hay pocas cosas que den más placer, que cubrir tus necesidades básicas naturales. A estos los llamaremos "los grandes placeres".
Ese momento en el que bebemos agua cuando más sedientos estamos, fría y revitalizante, es uno de ellos. Pero nada comparable al momento en el que abres un ojo en la oscuridad de tu cama, ves el reloj, y compruebas que te quedan algunas horas de felices sueños hasta que suene el despertador.
Y es que seguir con vida, sienta genial.
He intentado abordar el tema sin entrar en temas escatológicos, pero me es imposible. Hay que estar muy oxidado en la percepción sensorial, para no darse cuenta de que los momentos más satisfactorios que existen en la vida son estos dos: el segundo en el que el pis, retenido durante demasiado rato, sale de tu cuerpo para precipitarse al retrete, y los segundos después de hacer una caca feliz -aquella a la que no le cuesta trabajo salir, y que es compacta y limpia; no te ensucia-
Obviamente el criterio de clasificación varía según la urgencia de la necesidad. Es obvio que más feliz nos hará comer con mucha hambre, si lo que tenemos, en lugar de ganas de defecar, es un vacío estomacal que nos retuerce el cuerpo entero.

También existen, y son incalculables, los placeres que no pertenecen a este primer grupo de "necesidades básicas" (Beber, dormir, mear, cagar y comer) son los "pequeños placeres".
De estos hay millones, para cada cual varía según su personalidad o su espíritu. Según su capacidad para sentir. Por ello mencionaré los primeros que me vengan a la mente, sin plan narrativo ninguno.
Chupar la paleta de madera con la que has movido tus espaguetis a la carbonara, es uno de ellos. Chupar la paleta de madera con la que has movido la bechamel es otro. Chupar la paleta de madera -con muchas más cosas- es equiparable a meter el dedo en la sartén tibia y recoger los restos de comida que la cuchara ha abandonado en el recipiente, considerándolo "basura" -¡Estamos locos, es lo mejor de toda la comida.!-
Me viene de pronto el siguiente. Por pasos: Te levantas de la silla y el impulso que te dan las piernas para mantenerte erguido lo dilatas hasta estirar todo tu cuerpo en dirección al cielo primero, y en todas las demás direcciones después. (vamos hazlo). En mi experiencia personal, resueno como una carraca cuando me retuerzo de esta manera, y ese segundo que sucede al crak, es el de mayor relajación que existe.
Diría muchos como taparme con una manta en invierno y acercarme a la estufa después de haber pasado horas en la calle helada; entrar a un lugar con aire acondicionado un día de extremo calor; Poner los pies descalzos en el azulejo frío en pleno verano; o sonarte los mocos cuando llevas rato sorbiendo el agüilla que se precipita por la nariz. Cantar con gente fuerte y enérgicamente, matar al mosquito en el segundo en el que te quiere picar,  apostarse una fregada muy grande (o dos meses fregando) y ganar....
Pero todos, los grandes y los pequeños placeres, le deben una reverencia al "Placer" -nombre propio-. He hablado de cacas, así que me tengo que mojar hasta el final. No podía terminar de mejor manera mi divagación de hoy que mentando el placer de los placeres. Existe un momento, ese instante,- que bien se repite menos o más según cada cual- en el que te mojas hasta el infinito y más haya por unos segundos, solo o acompañado, en sueños o despierto, ese segundo en el que el orgasmo se apodera de todos tus miedos, incluso del miedo a la muerte-entendiendo "orgasmo" sin metáfora ninguna-, en el que te sientes más vivo que nunca, más vivo incluso que echándote a dormir después de un largo día, o más feliz que replegando el chocolate del cazo.


Elena
10 Septiembre 2016 

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