martes, 29 de noviembre de 2016

Ejercicios para la práctica de la escritura creativa


No era él, lo sabía porque pudo recordar con claridad, aquel caluroso día de primavera en el que se cagó en los pantalones, y no se parecía en nada a esto. No, no era él. No era el miedo el que tocaba ahora a la puerta, de lo contrario le habría recorrido un escalofrío tan ardiente y petrificante que le habría, cuanto menos, hecho segregar alguna gota de sudor. Ni si quiera se le ocurrió chillar o correr cuando vio la sombra por debajo del portón. La entrada era exuberante y parecía llevar dormida más de cien años. La naturaleza se estaba apoderando de ella, pero las secas y podridas hojas del suelo, se habían desplazado recientemente como si alguien la hubiera abierto lo justo para pasar con cuidado entre las dos grandes alas. Y es que se asemejaban realmente a dos inmensas alas. Las viscosas telarañas que las cubrían intensificaban el símil. Sin embargo no eran unas alas como las de un ángel o una paloma. Era una puerta con alas de muerte, y el miedo ya no tenía cabida en semejante situación.

Elena
8 Octubre 2016

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