martes, 29 de noviembre de 2016

Ejercicios para la práctica de la escritura creativa

Cuando se despertó, sintió en todo su cuerpo la fatiga que solo puede proporcionar un largo y fuerte viaje. Se quedó unos minutos observando el cielo, recordaba haber visto vagamente el amanecer antes de dormirse, pero sin embargo era otra vez de noche. Debía de haber dormido todo el día. Se percató de que estaba a más de un kilómetro de la gruta, pero no recordaba haber caminado hasta allí. Comenzó a restablecer sus mecanismos internos con unos estiramientos hacia el cielo primero, y en el resto de direcciones después. Comenzó a andar hacia la cueva para buscar respuestas, ya que se hallaba solo en la desértica explanada, y necesitaba saber de su compañera y su adversario. Recordó el comienzo del duelo, se enfrentaba a un dragón o lo que en algún tiempo fue un dragón inmenso y digno de temer, y mientras su compañera le iluminaba. A partir de ahí todo se difuminaba y se tornaba de colores brillantes y un tanto excitantes. No entendía nada...

Cuando llegó a donde pensaba debía estar la cueva, encontró unas puertas de madera que dejaban ver los pies y la cabeza, debiendo empujar para mostrar al interior el resto del torso. Entró y se dirigió a los robustos hombres que ordenaban el local, diciéndoles que esto, según sus cálculos, debía ser una cueva. Ellos rieron y le pegaron una colleja no demasiado amistosa, le dijeron que estaba en La Cueva, taberna desde hacía dos generaciones. Pero al cabo de unos minutos de burla le preguntaron extrañados... ¿De verdad no recuerdas nada de anoche?, y eso le desconcertó. Si recordaba, pero no sabía si podía explicar con palabras lo que vivió. Salió del local y comenzó a caminar hacia donde se había despertado, para buscar más pistas. Y como quien busca encuentra, percibió algo entre dos coches. Su compañera estaba sentada en un bordillo de piedra. Encendía y apagaba una pequeña linternita que llevaba en el llavero cuando lo vio aparecer por encima de un capó, y le tiró las llaves a la cabeza. "Me tenías preocupada, imbécil..." Mientras él intentaba hacer memoria, ella seguí hablando con rapidez acerca de lo incomoda que había sido la espera, cuando de repente le frenó y le dijo... "Ya lo recuerdo, tu eras un candil de aceite, pero brillabas muchísimo, yo me enfrenté a un dragón que murió hace muchos años y tenía une ejercito de esqueletos... y las esporas de los hongos que habían crecido alrededor me turbaron el resto... Eras una luz tan bella..." Y sonrió. Entonces la muchacha lo golpeó en el hombro, lo besó, lo abrazó y dijo... Ayer te pegaste con el seguridad del bareto, creo que tus viejos amigos del curro te pusieron setas de las buenas en la cena.

Elena 
27 Septiembre 2016

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