martes, 29 de noviembre de 2016

Ejercicios para la práctica de la escritura creativa


La nube de polución que cubría su cuerpo era espesa como la espuma de afeitar, pero los tonos verdosos, el fortísimo hedor y la transparencia que dejaba ver el horrendo núcleo de la nube, -el cuerpo- la hacían muy diferente a ese limpio y blanco ungüento que me refrescaba cada mañana la cara. Esa mañana no pude afeitarme, el olor a podredumbre me despertó temprano, y caminé con los ojos pegados un rato hasta que encontré la fuente de mi despertador, y se abrieron como lunas despegando el cielo bruscamente de su órbita. Su rostro me resultaba familiar pero no lograba adivinar con exactitud de quien se trataba, o se había tratado. Además no concebía como podía verse tan vivo, un ser que en apariencia, llevaba muerto por envenenamiento o brujería ya mucho tiempo. Todas las cuestiones que pasaron como un rayo por mi mente, se vieron resueltas con la misma rapidez con la que se habían planteado. El ser putrefacto se levantó, me chupó un ojo primero, y me pellizcó el lóbulo de la oreja, entonces...solo entonces lo vi todo claro.  Mi padre no había desaparecido.

Elena
15 Septiembre 2016

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