La nube de polución
que cubría su cuerpo era espesa como la espuma de afeitar, pero los tonos
verdosos, el fortísimo hedor y la transparencia que dejaba ver el horrendo
núcleo de la nube, -el cuerpo- la hacían muy diferente a ese limpio y blanco
ungüento que me refrescaba cada mañana la cara. Esa mañana no pude afeitarme,
el olor a podredumbre me despertó temprano, y caminé con los ojos pegados un
rato hasta que encontré la fuente de mi despertador, y se abrieron como lunas
despegando el cielo bruscamente de su órbita. Su rostro me resultaba familiar
pero no lograba adivinar con exactitud de quien se trataba, o se había tratado.
Además no concebía como podía verse tan vivo, un ser que en apariencia, llevaba
muerto por envenenamiento o brujería ya mucho tiempo. Todas las cuestiones que
pasaron como un rayo por mi mente, se vieron resueltas con la misma rapidez con
la que se habían planteado. El ser putrefacto se levantó, me chupó un ojo
primero, y me pellizcó el lóbulo de la oreja, entonces...solo entonces lo vi
todo claro. Mi padre no había
desaparecido.
Elena
15 Septiembre 2016
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