Nos forzamos a leer, a hacer deporte, a comer sano.
Nos obligamos a querer, a levantarnos por la mañana, a
dormir temprano.
Buscamos la disciplina.
Eso es lícito.
Las causas de nuestra búsqueda, sin embargo, cabría
someterlas a juicio moral.
Cada uno, consigo mismo.
Cada uno, en lo más profundo de su ser, ya que es en este
inmenso lago subcorpóreo donde vemos reflejado nuestro deseo más auténtico.
Es en menos o más ocasiones, -siempre depende del quien y
del cuando-, que descansamos de tal ominosa tarea de aprendizaje auto-impuesto, y nos
dejamos llevar por el camino de la pereza, la rebeldía, la pasión, el placer...
y ocurre algo maravilloso.
Las fuerzas se destensan, ya no duele tanto.
Leer deja de ser una obligación, y los banquetes de letras son copiosos y sabrosos. Ya no sabe
a brócoli.
El momento exacto en el que fluyen tus movimientos es
difícil de encontrar, porque te busca él a ti.
El momento se presenta y hay que aprovecharlo precisamente
con el propósito con el que ha venido. Tal vez el momento se presente para descansar,
o quizás para bañarte en cascadas. Llega el instante y dejas los vicios -no
antes-. Y luego el instante se va y retornan las ganas de estirar o de cantar.
Andamos con la certeza de que encontraremos una hora para
salir a correr, nos forzamos y la encontramos. Dejando que fluya, sin embargo,
esa hora la dedicamos a lo que necesitamos en ese instante... a amarnos, a
escribir, a dormir... Y otra hora nos encuentra cualquier día y correr se
convierte en el rey de los momentos felices.
Pasamos meses escalando paredes y sin agarrar un pincel... nos
dejamos llevar; pero cuando sentimos que los ánimos para salir a la montaña han
cesado por completo... cuanto tenemos que volver a forzarnos para algo, en ese
preciso momento en el que nos percatamos, es hora de volver a fluir, de manera
diferente. Cambiante. Creciente.
Es hora de pintar, cocinar mermelada de mora, volverte
cinéfilo, patinar sobre hielo, hacer el amor, escribir una historia, meterte a
una carrera, cuidar tu dieta... Es hora de viajar, física o mentalmente.
Atento. Vive con el miedo a empezar una nueva relación
estrecha con cualquier tipo de arte, de enseñanza, de persona o de hogar,
porque el miedo es parte del proceso. Véncelo sin matarlo, solo aprende a
convivir con él. Vive con él, y él derivará en la claridad. Pero cuando tengas
que imponerte ese vínculo entre tu y "lo que sea", cuidado; que sea
por disciplina, y que esta tenga buen fondo. (O parta de una necesidad
irrevocable - y estos casos abundan demasiado-) Que no te domine la vanidad, la
imagen, la presión social, que sea por ti, y para ti.
Tampoco pretendas imponerte la buena voluntad...pues
estarías presionándote para algo
para lo que aún no ha llegado tu hora.
Nos forzamos a encontrar las palabras con las que terminar
una divagación como bien podría ser esta, cuando realmente, el momento de las
palabras, junto con ellas, nos están esperando en un "luego" que
aguarda nuestra llegada con paciencia.
Elena
10 Septiembre 2016
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