El tiempo.
Entendido como una dimensión con múltiples direcciones.
Agradable cuando tienes lo suficiente,
como para perderlo sin remordimientos.
Libre.
Asfixiante cuando corre más rápido que tú.
Vuela.
Restrictivo cuanto te lo imponen.
Limita.
Lleno de aventuras para quien lo encauza a su favor.
Feliz.
El tiempo.
Entendido como el tesoro más preciado que se nos regala al
nacer.
Apresurado en los primeros años,
donde todo es descubrir y vivir.
Crucial.
Gordo y lento si te conformas con verlo pasar desde la
ventana.
Mortal.
La ventana digital.
Letal.
El tiempo.
Un milenio.
Un mes.
Una hora.
Interminable tortura mental,
algunas veces.
Eterna.
Algunas veces en el tiempo,
una pulga en el destino;
o la pulga de una pulga...mejor dicho.
Fugaz.
El destino.
El destino es: el tiempo pasa.
Es tempus fugit.
Es "haz lo que te de la gana".
El destino es carpe
diem
y es "pierde el tiempo".
Es lo que tu elijas hacer,
mientras los relojes tictaquean
sin descanso.
El tiempo es como el agua.
Cinético.
Siempre fluyendo;
más rápida, más lenta o estancada.
Pero nunca quieta.
Creciendo y siempre nueva.
Siempre más.
Cada vez superior.
El agua es siempre la misma,
-Agua-
pero ninguna gota se repite.
El tiempo, en esencia, es el único
conocedor de la verdad.
Cada minuto es diferente a
cualquier otro minuto.
Cada gota crece cuando pasa del río
al mar.
Crece en minerales y sabiduría.
Los minutos se engordan con la
experiencia del universo.
El cuerpo es parte del tiempo.
Efímera fracción de una mota en el
todo.
La energía es eterna.
Hasta el retorno a "la
nada".
La ciencia, la literatura, la
música, el dibujo, la fe, el amor.
Son los minerales de la energía.
Cada minuto de cultura ensancha el
océano del saber.
Y cada día hay más agua, más sal y
más consciencia.
Inevitablemente, y aunque se
construyan presas pro-desinformación.
El agua siempre sigue su curso.
Los relojes permanecen moviendo
imparables sus pequeñas manitas.
Y el conocimiento continúa su recorrido
de crecimiento y progreso.
En cada uno.
En nosotros.
En cada gota,
conectada irremediablemente con el
resto de las gotas.
El universo es como el agua.
Somos parte de un todo conectado.
Lo somos en vida y en muerte.
El tiempo, el agua, el universo.
Nacerá, crecerá y morirá como
nosotros.
Una gota sucede de otra gota.
Un minuto empieza en el que
termina.
Mientras el universo aprende y evoluciona,
nosotros gastamos el tiempo
escribiendo acerca de océanos por
descubrir,
o tirados con la mente inmersa en
banalidades.
Y así crecemos.
Nos mojamos
y amamos.
Crece el todo.
Se enriquece el tiempo.
Y es que somos nuestro tiempo. .
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